El credo judeocristiano ¿en crisis?
(Parte 3).
Por Adolfo Olmedo Muñoz.
Antecedentes de las cofradías, base de un poder oculto
Sabemos que las cofradías más remotas en la historia se remontan a la época de esplendor de la cultura egipcia, donde se sabia y se hablaba de las maravillas del conocimiento astronómico, biológico, espiritual, científico en general, pero también de poder y control político. Desgraciadamente contaron con un sistema esclavista que permitió que ladinos inmigrantes, se incluyeran como fuerza de trabajo, controlada por ellos mismos por medio de capataces y “oficiales” en los trabajos de las magnificentes construcciones, no solo mórbido religiosas, sino civiles como el gran Templo de Karnak (la primera planta rectangular hipóstila).
También las hubo luego en Alejandría, bastión de refugio de mercaderes en todos los géneros, incluyendo el conocimiento y codiciada por “tirios y troyanos”. Desde luego se fundaron en la Roma antigua, donde incluso, en el año 715 antes de nuestra era, bajo los auspicios del segundo Rey Romano, Numa Pompilio, se funda la ”Coleggiata Artificus il Coleggia Fabrorum”, donde se aglutinó al gremio más importante e influyente hasta entonces, y que lo venía siendo de facto, siglos antes, desde Egipto. Estaba integrado por constructores, arquitectos, ingenieros, artistas escultores, maestros de obras, destacados canteros y en general los más prominentes hombres creadores que se encargaban de materializar las obras que en la tierra representaban la fuerza e inmortalidad de los poderosos.
Una de las características más interesantes de muchas de esas congregaciones, estaban integradas por personajes que provenían de: Grecia, Egipto, algunos viajeros Fenicios, Babilonios y de algunas otras regiones. Expertos algunos que se reunían, no como un club de elogios mutuos como en las actuales logias, sino con el fin de intercambiar conocimientos humanos (Ellos sabían de la trascendencia de la obra humana, material y también espiritual), lo que desde luego propició nuevos y mayores conocimientos y descubrimientos, sorpresivos en su mayoría para la plebe pero que llegaron después a disfrutar -en algunos casos padecer- tales innovaciones.
Afortunadamente no todas las corporaciones eran de la religión oficial de occidente, el judeocristianismo y sus ramales sectarios. No me estoy refiriendo a esas agrupaciones discretas o secretas, que las puede haber integradas por hombres ingenuos y bienintencionados, no; simplemente las “cofradías” más limpias, teóricamente hablando -pues no todas cumplen su misión- , cuya identidad es precisamente el laicismo, que son las universidades –primordialmente las públicas-. Es allí, cabildos laicos, donde se acrisola la sabiduría humana, donde tiene que resurgir el estudio verdadero del destino de las religiones y sus efectos nocivos para el ser humano.
Desde luego, no podemos tampoco ser tan ingenuos de creer que las universidades (unidad de diversidades) están vacunadas contra el sionismo. Por el contrario, ahí se han infiltrado bajo la salea de corderos inocentes (e incluso víctimas), la más de las veces con aureolas de sabios que como Newton, hurtaron buena parte de los conocimientos que luego patentaron y de los que se hicieron famosos, lo que él mismo -Isaac Newton- reconoce en aquella metáfora: “Si he visto más legos, ha sido porque he subido a los hombros de gigantes”.
Son muchas las áreas que controla el sionismo internacional (y su socio el cristianismo, que es el que en realidad da la cara o sirve de “fachada”), entre las que destacan los medios de comunicación El cine por ejemplo, “la fábrica de estrellas”, como alguna vez se le calificó y que se sabe hora controla el subconsciente colectivo desde Hollywood. En términos de “seguridad nacional” de muchos países del hemisferio occidental, también están en manos de sionistas especializados en el tráfico de pertrechos pero desde donde también ejercen labores de espionaje. De la banca (el dinero no tiene patria dice una cínica sentencia) ya ni qué hablar; el control es casi absoluto en el mundo (hasta ahora), desde los “hombros de su gigante yanqui”.
Momento de cambio
Pero, creo, deberá surgir una nueva postura, ecléctica: Ya es impostergable, el mundo se asfixia y sucumbe a un capitalismo salvaje en el que han secuestrado al ser humano. Es necesaria una nueva “mutación” filosófico-religiosa, no ya judeo-cristiana. Ni siquiera necesariamente teológica. El género humano ha llegado a una madurez y no habrá de seguir soportando las falacias de los mercaderes del sentimiento religioso. Tendrán que reconocerlo los propios católicos; el cambio se ha iniciado ya hacia el interior de ese credo, una metamorfosis que les dará tarde o temprano una nueva identidad, a quererlo y no. Sin paternalismos raciales ni engaños mitológicos, sino en base a los problemas humanos, realistas, de cara al futuro inmediato de la humanidad, que está a punto de saturar se presencia en este mundo.
A partir de debates, como el del celibato, el posible matrimonio de sacerdotes. No entre miembros del mismo género, aberración que ahora son capaces de tolerar en complicidad con la propaganda regeneradora del mercado del sexo y los abusos hedonistas que promueve la raza sin moral. No deben pensar ya en la consagración de sacerdotes o sacerdotisas, sino en la selección de intachables guías morales que no simulen votos de pobreza como se ha hecho costumbre en el sacerdocio y la política actual.
Todo un debate que no sea rigurosamente materia de clérigos, sino de hombres verdaderamente sabios, sin ninguna injerencia sionista; y para ello habrá que empezar por abolir las excrecencias de la biblia y su sarta de mentiras.
No debería haber pobreza en el mundo, pero la hay en buena medida porque el judeocristianismo ha sido cómplice de billones de felonías. Tan solo a través de la razón humana, podrá ser habitable este planeta, a partir de este Siglo.
Aunque en honor a la verdad, es pertinente hacer una advertencia. El bombardeo de desinformación ha propiciado no pocas veces en la historia, que ingenuos obreros del catastrofismo recurran hasta preconizar el “suicidio” del propio género humano y anunciar su aniquilamiento como tal en esta tierra: incluso algunos ponen como un valor preeminente, la vida de los animales y recursos naturales en general. Posturas hipócritas que tan solo terminan por encubrir (y por ende solapar) el verdadero maleficio que se cierne; el voraz acaparamiento y especulación de bienes de capital. A esos depredadores deberían denunciar y combatir y no, “cándidamente”… ponerse a su servicio.
El recurso más importante con que cuenta nuestro planeta es el ser humano, y lo hemos ido dejando morir en guerras, insalubridad, pobreza y hambrunas. Ese es el principal genocidio que se ha practicado y nadie ha frenado. La historia sigue a esos culpables, inventores del monopolio, el monetarismo, la banca, los seguros y otros muchos mecanismos de sometimiento. La cultura del miedo impuesta por los hermeneutas debe acabar.
Se llenan la boca para decir que la verdad nos hará libres; ¿cuál verdad? ¿La verdad que dice la biblia?, o la verdad del juicio de que no hay homicidio más cruel que el infringido provocando el hambre de los demás, y eso la religión judeo-cristiana, lo ha solapado. Quisieran decir su grado de culpabilidad mediante la verdad de un niño que nace infectado de SIDA, o la de un pequeño ser que nace condenado a la esclavitud del hambre la insalubridad y el desprecio, por haber nacido de una joven madre pepenadora de alguno de los prolíficos basureros que excreta cada vez con más frecuencia la sociedad ‘capitalista’. Lamentablemente la verdad es hoy de quien la vende y solo una parte, de quien la cree.
El arte, ¿cómplice del poder religioso?
Uno de los instrumentos más reputados por la “industria de la fe” ha sido también, el arte en todas sus manifestaciones, desde las llamadas “bellas artes” así como las artes populares y en gran medida las artes útiles. Las arte plásticas y en general las artes visuales son quizá las más prolíficas en la actualidad, al servicio de la propaganda y la publicidad, de lo cual se podría hablar páginas y páginas.
Es más que evidente la magna obra arquitectónica desde la más remota antigüedad, pero que ha sido avasalladora en algunas etapas de la historia del arte con la que ha quedado registro de la vinculación del arte y el poder.
Otros instrumentos utilizados por y para la divulgación de la fe religiosa son las manifestaciones artísticas a través de la palabra hablada o escrita, que van a veces más directamente al subconsciente e inconsciente del hombre.
Desde luego que el uso del arte en la religión no es privativo del judeocristianismo, pero en ninguna otra religión se ha manifestado de forma tan dominante como en el judeocristianismo, romano o reformado.
No es este un tratado de historia del arte, pero si podemos recordar que desde las expresiones que se registran en la prehistoria, en las cuevas, algunas tan famosas como la de Altamira que algunos califican como la “Capilla Sixtina” del arte parietal, homologándola con la que se halla en la Basílica de San Pedro en Roma, se evidencia el uso de expresiones que catalogamos hoy como arte y en las que se dibuja de forma subyacente un mundo mágico.
El artista primitivo, fue un narrador del entorno que vivió, de manera muy objetiva, hasta donde alcanzaba su conocimiento sobre la naturaleza y sus peligros. Ciertamente no los podía explicar de manera científica, por lo que las retrató de la manera más fiel, creando expresiones icónicas en las que se hizo uso incipiente de una imaginación que fue la que terminó dando un sentido mágico y teológico. Imágenes que se convirtieron a la postre en los dioses que culturas posteriores glorificaron y a las que dedicaron ya, magnas obras en disciplinas diversas, no solo ya la pintura.
La escultura por ejemplo, desde modestos exvotos hasta gigantescas moles de piedra, que sobreviven todavía como testigos silenciosos de palabras, pero elocuentes de simbolismo y mensajes de culturas que lucharon por alcanzar un futuro del que hoy, somos producto, merced a los hechiceros.
Obras algunas que no solo constituyen íconos canónicos, sino verdaderas fuentes de interpretación de la psique de la raza humana, como las llamadas “Venus” cuya connotación se fijó en las mitologías griega y romana como diosas de la belleza, la fecundidad y la sabiduría. Afrodita y Venus para los romanos, pero que tuvieron un origen común en figurillas prehistóricas, como la “Venus de Lespug” y la Venus de Wilendorff”, que nos dicen hasta hoy, de los valores que apreciaban los humanos en el neolítico, como virtudes femeninas para el placer y la procreación, símbolos de fertilidad.
En algunas regiones de la península ibérica, así como en Francia, se pueden hallar cuevas con pinturas rupestres, con sellos expresivos de muy diversos momentos, que abarcan, según los especialistas, bastantes milenios de diferencia, por lo que se ha acordado en aceptar que muchas de esas creaciones son palimpsestos, donde diversos grupos, conforme arribaron a dichas cuevas que muy posiblemente eran una especie de santuario de refugio, donde colocaban algún tipo de mensaje, concreto o “codificado” pero todos con fines de comunicación.
Desde entonces el arte marchó de la mano del poder, terrenal y “divino”, aunque en realidad el orden fue inverso; Primero algunos acapararon el “poder divino” y de ahí se derivó el poder material.
No hay cultura en la tierra, que no haya dejado huella de su simbolismo religioso. Pero ninguna tan prolífica y rentable, como la que inventaron, como un Frankenstein con pedacitos de aquí y de allá, los judeocristianos. El poder que amasan los sionistas no hubiera sido posible sin la participación del arte como instrumento de comunicación y concientización, con la complicidad, desde luego, de los “cristianos”, romanos y reformados.
La iconografía ha cambiado, las imágenes religiosas ya no proliferan y se han desvirtuado como instrumento de penetración religiosa. Sin embargo, es hoy otro tipo de sometimiento, pero por los mismos controladores. El instrumento ya no son las catedrales, ahora son las “galerías de arte” mediante el tráfico mercantil de un producto, eminentemente especulativo. El arte, parece ser, sigue siendo rehén de un poder “oculto”.
Aunque lo cierto es que por ahora, el rostro iconográfico de la sumisión, ha dejado de ser la compasión, para dar paso a la pornográfica pasión. El monoteísmo ha vuelto a la Falalogía.
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